Filosofa en Murcia

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Deja que tus neuronas vuelvan a patinar

viernes, 27 de abril de 2012

 Darwinismo y hegemonía ideológica burguesa

Mauricio Abdalla (extractos)


El sistema capitalista tuvo su origen en lo que Marx denominó “acumulación originaria”, caracterizado por el comercio competitivo, expropiación arbitraria y violenta de pequeñas propiedades, esclavitud y pillaje de recursos en continentes invadidos y colonizados. La conclusión del autor de “El Capital” es que “si el dinero nace con manchas naturales de sangre en una de sus caras, el capital viene al mundo chorreando sangre por todos los poros, de los pies a la cabeza”. Inglaterra tuvo un papel especial en la promoción de ese sistema. No es para asombrarse que las teorías relacionadas con dicho tipo de actividad predatoria hayan surgido exactamente en aquel país.

En el siglo XVII, Thomas Hobbes atribuyó la dinámica de la realidad bajo el capitalismo en ascensión a una esencia del ser humano como depredador y afirmó que “el hombre es un lobo para el hombre” (homo homini lupus) y que la sociedad es una guerra de todos contra todos (bellum omnium contra omnes). La sistematización teórica de la cosmovisión capitalista había sentado sus bases. La metafísica social de la era moderna establecía los fundamentos a partir de los cuales toda la realidad sería concebida y justificada.

Adam Smith se sirvió de tal metafísica para la sistematización de la teoría económica liberal. Para él, el interés propio, el egoísmo de cada individuo, es lo que hace funcionar la sociedad. La mano invisible del mercado era un concepto como la gravitación newtoniana, que entraba en acción cuando cuerpos individuales se colocaban uno en el campo de acción del otro.

También en Inglaterra, ahora en el auge del imperialismo del siglo XIX, Thomas Malthus defendió que la vida en sociedad es, esencialmente, una lucha por la supervivencia, dada la escasez de recursos en relación con el crecimiento de la población. Herbert Spencer, en consonancia con Malthus, pontificó que los vencedores de la lucha por la supervivencia eran los más aptos, que superaban, por sus cualidades intrínsecas, a las razas, clases e individuos inferiores y menos competentes.

Lucha por la supervivencia y supervivencia de los más aptos son conceptos tomados de la teoría social liberal, elaborada en el auge del enriquecimiento de la élite colonialista inglesa y de la exploración y empobrecimiento de las clases y pueblos juzgados inferiores. ¿Qué hizo Darwin, a quien se atribuye erróneamente la autoría de estas ideas, suponiendo que él las hubiese descubierto en el estudio de la naturaleza?

Si las personas que celebran el bicentenario de Darwin (principalmente los biólogos) se tomasen la molestia de leer Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural o la supervivencia de las razas favorecidas en la lucha por la existencia (título original de la obra más famosa de Darwin) – lectura extremadamente rara entre los que estudian o enseñan el darwinismo – verían que el autor da el crédito a sus maestros y dice que su idea “es la idea del Sr. Malthus aplicada a la totalidad de los reinos animal y vegetal” (ver introducción y cap. 3 de Sobre el origen de las especies). Spencer es citado cinco veces en la tan celebrada como poco estudiada obra.

¿Qué brillantez u originalidad existen en tomar una idea social y aplicarla a la naturaleza? Ciertamente la de concluir la construcción de la metafísica social liberal, transformándola en reglas naturalistas. Por lo tanto no fueron las ideas de Darwin las que dieron lugar a su aplicación social (lo que llaman darwinismo social): la misma teoría es una teoría social transportada a la naturaleza. Además de dar el toque final a la metafísica social capitalista, el darwinismo sacramentó la naturalización de las ideas liberales hegemónicas.

En síntesis, la tan cacareada “ley de la selva” a la que comúnmente se nombra, no fue descubierta en la naturaleza, sino decretada por teóricos del capitalismo e impuesta en la naturaleza. No fue por casualidad el éxito editorial el libro de Darwin en la Inglaterra victoriana, hecho inédito hasta hoy cuando se trata de una publicación científica.

Bajo el aspecto social, es muy poco probable que una idea verdaderamente revolucionaria tenga tanta relevancia en los medios de comunicación. Se trataría más bien de propaganda defendida por las mega-corporaciones editoriales y mediáticas. Parece más sensato suponer que la propaganda masiva del darwinismo responde a intereses de mantenimiento de la naturalización de las diferencias sociales y de las ideas sociales liberales. 

Para la formación de esta nueva racionalidad, urge desnaturalizar los elementos de la racionalidad burguesa, lo cual no es posible sin un abordaje crítico del darwinismo.

A la luz de la reflexión precedente, el capitalismo no es salvaje. Es, al contrario de lo que ocurre en la naturaleza, una violación de la regla básica del equilibrio, integración y cooperación vigente en el mundo actual. No es sorprendente que la manutención de dicho sistema nos esté conduciendo a la pena máxima aplicada a los que no siguen la verdadera ley de la selva: la extinción.
 El biólogo Miguel Santín habla sobre Darwin.

La base científica, experimental o empírica de “Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural o el mantenimiento de las razas favorecidas en la lucha por la existencia”, verdadero título de la obra de Darwin es absolutamente inexistente. La idea de la selección “natural” la obtuvo de la observación y lecturas sobre las actividades de criadores de animales y plantas, y su concepción de las relaciones entre los seres vivos, la “lucha por la vida” y la “supervivencia de más apto” provienen de Robert Thomas Malthus y Herbert Spencer, dos individuos muy desagradables, discípulos de Adam Smith, que veían la proliferación de los pobres como una amenaza para su bienestar.

El verdadero artífice del darwinismo (no el único, pero sí el principal) fue Sir Thomas Henry Huxley que sí era biólogo (además de eugenista) y fue el que “depuró” las confusas ideas de Darwin más convenientes para su ideología: la selección “natural” y el azar. Para ello, fundó, junto con Hooker, Spencer y otros científicos afines el X-Club que controló las principales instituciones científicas de Gran Bretaña y también fundaron la revista Nature, con el objeto de promover el darwinismo y controlar las publicaciones.

A principios del siglo XX, el darwinismo estaba prácticamente marginado por los biólogos porque los datos experimentales contradecían la variación gradual como responsable de la generación de nuevas especies. Entonces, un grupo de matemáticos y genetistas reunidos por su condición de fervientes eugenistas se inventaron la llamada “genética de poblaciones”, basada en una concepción simplista de la transmisión de las características genéticas que ya se sabía errónea por entonces, pero con los datos recientes es absolutamente falsa y basada en cálculos matemáticos (la probabilidad de sacar cara o cruz en una moneda lanzada al aire), es decir, también al margen de los datos experimentales.

Sobre esa base “científica” se montó la llamada “Síntesis Moderna”, que es lo que se enseña actualmente en las universidades como base teórica de la evolución. Curiosamente, el artífice de este engendro que pretendió unificar bajo el darwinismo disciplinas cuyos resultados eran totalmente discordantes con él (la genética, la paleontología y la sistemática) fue, (atención) Sir Julian Huxley con su gran obra “Evolution: The Modern Synthesis” publicada en 1942. Este señor, nieto de Sir Thomas Henry Huxlex, fue miembro vitalicio de la Sociedad Eugenésica, su presidente entre 1959 y 1962, fue el primer director general de la UNESCO y fundador de la World Wildlife Fund, cuyo actual presidente honorario es el duque de Edimburgo, no sé si le suena… En definitiva, creo que al darwinismo debería denominarsele más propiamente “Huxleismo”.

No olvidemos que la concepción de la vida del darwinismo-huxleismo tiene un gran componente cultural y que Darwin es un icono de la cultura anglosajona. La concepción individualista, competitiva (“el egoísmo individual lleva al bien general", etc., base, por otra parte de la teoría del “libre mercado” de Adam Smith) son conceptos centrales de las culturas de raíces calvinistas.  

De hecho, la eugenesia, la doctrina que preconiza el impedimento de reproducirse a los “no aptos” y la reducción de la población mundial está en la esencia del darwinismo, tanto el de los libros de Darwin, como el de los “creadores” de la Síntesis “moderna” y en la ideología de sus máximos valedores, los grandes magnates mundiales (por favor, busquen en internet, por ejemplo, “eugenesia y Rockefeller”).

Darwin era eugenista, al igual que su primo, Sir Francis Galton, fundador de la Sociedad Eugenésica, Leonard Darwin fue el segundo presidente de esta sociedad y Horace y Emma Darwin, también hijos de Darwin, fueron miembros destacados. E insisto, todos los matemáticos y genetistas implicados en la “creación” de la genética de poblaciones con el objetivo de “demostrar matemáticamente” cómo la selección “natural” podía “fijar” variaciones “imperceptibles”, eran eugenistas, porque las ideas de cambio (“ascenso”) gradual y, sobre todo, la selección “natural” son las bases fundamentales de esa ideología. Una ideología que sigue vigente como podrán comprobar si se molestan en informarse (busquen, por ejemplo el Galton Institute).

Es muy célebre la sentencia de John Rockefeller (siempre aparecen los Rockefeller cuando se sigue la historia del darwinismo): “El crecimiento de un gran negocio es simplemente la supervivencia del más apto /…/ es simplemente la combinación de una ley de la Naturaleza con una ley de Dios”. Porque la ideología darwinista ha transformado en “leyes” científicas los peores defectos de la condición humana: el egoísmo, la competencia, la avidez por la riqueza, la explotación de los hombres y de la Naturaleza, forman parte de las “leyes naturales”, y para que estas “leyes” se cumplan, la usura, el expolio y la violencia son instrumentos necesarios.

El verdadero significado de la doctrina de Dawkins no es muy difícil de desentrañar: para Adam Smith, es el egoísmo del carnicero, del cervecero o del panadero el soporte de la sociedad mediante “la mano invisible del mercado”, Para él, es del egoísmo del “gen” del que surge la Naturaleza mediante “la mano invisible de la selección natural”.

Actualmente hay datos científicos suficientes para relegar científicamente el darwinismo al olvido, pero sinceramente no tengo mucha esperanza en que esto ocurra. Hay muchos intereses implicados, por una parte, en el mantenimiento del adoctrinamiento social (la “justificación científica” del sistema), y por otra en la concepción determinista y reduccionista necesaria para las manipulaciones genéticas de la gran industria de la “biotecnología” y los transgénicos. Por eso, las autoridades darwinistas, ante la avalancha de datos que son totalmente contradictorios con sus bases teóricas (los fenómenos epigenéticos, los elementos móviles, los virus endógenos, todos ellos manifestaciones de respuestas del genoma al ambiente) lo que sugieren es crear una “Síntesis ampliada”, es decir, intentar embutir a la fuerza todos esos datos reales en su teoría inventada para que no cambie lo fundamental, su concepción patológica de la naturaleza y de la sociedad.

 
 
En esencia, la teoría darwinista de la evolución viene a decir que los descendientes de un ser vivo presentan ligeras diferencias morfológicas entre sí y que esas diferencias inciden sobre sus posibilidades de sobrevivir en un determinado entorno. Los ejemplares mejor adaptados, tendrán mayores posibilidades de llegar a adultos y transmitir sus características ventajosas a su prole. Por el contrario, los especímenes peor dotados, tendrán más dificultades para reproducirse y sus características menos eficientes desaparecerán con ellos y no se incorporaran al patrimonio genético de la especie.
 
Afinando un poco más, podemos decir que, en términos muy simplificados, el darwinismo se sustenta en tres postulados:
  1. Todos los seres vivos proceden de un antepasado común.

  2. Los cambios de forma que han experimentado las distintas especies desde el antepasado común, se han producido mediante la acumulación de cambios graduales y minúsculos, de naturaleza aleatoria.

  3. La evolución se produce cuando la Selección natural actúa sobre los cambios aleatorios (2) y elimina las variedades menos eficientes antes de que tengan oportunidad de reproducirse y transmitir sus características negativas.

Al día de la fecha no se ha descubierto nada que invalide estos postulados y no existe ninguna otra explicación plausible y sí muchas predicciones y confirmaciones de estos postulados en campos tales como la cría selectiva, la genética, o la programación evolutiva en el campo informático.

Las repercusiones de esta teoría, firmemente afianzada en la ciencia actual, y hasta en la religión, han sido muchas.

La teoría darwinista nos viene a decir, en síntesis, que todo aquello que existe en el ámbito de los seres vivos, tiene una función y un propósito, porque de no ser así no se habría formado a lo largo de un largo periodo evolutivo.

En la economía de supervivencia de los seres vivos, todo aquello que no es útil se vuelve un peso muerto que lastra las expectativas de supervivencia del individuo.

Incluso los comportamientos han de tener una razón de ser y la razón de ser, tanto de los comportamientos como de todas las características morfológicas de un individuo normal, hay que buscarlas, únicamente, en su contribución al propósito general de sobrevivir y dejar descendencia. Y nada más.

A partir de esa poderosa visión simplificadora, todo adquiere una nueva dimensión interpretativa, un nuevo origen y un nuevo destino.
El amor ya no es una potencia del alma inmortal, sino un instinto animal dirigido a la procreación y al mantenimiento de la pareja para hacer frente a la crianza de los hijos.

El odio deja de ser un ominoso pecado merecedor del castigo eterno, para pasar a ser un sentimiento que nos protege del oportunismo depredador de los demás.

La fidelidad no es una virtud teologal de obligada observancia, sino una estrategia para asegurarse el mutuo compromiso de sacar adelante la dotación genética de ambos miembros de la pareja, almacenada en los retoños.

Dios ya no es el gran diseñador que explica y justifica nuestras concepciones éticas sobre el bien y el mal, y tampoco nos recompensará o castigará después de la muerte, dado que Darwin ha aportado una explicación que lo hace tan innecesario como absurdamente redundante y mimético con la teoría darwinista.

Dennet lo expresa muy bien diciendo que la teoría darwinista representa una especie de "ácido universal" que ha disuelto todas las teorías poéticas que la Humanidad había ideado para explicar el universo y la realidad. Pero debajo de las viejas estructuras carcomidas por el ácido universal, surge otra realidad infinitamente más sólida, bella y sorprendente, aunque menos ñoña y autocomplaciente, hecha a medida de mentes más maduras y abiertas a la auténtica realidad que habitamos.



Café Filosófico en Murcia, la tertulia filosófica de La Azotea, te invita este sábado 28 de abril a participar en el debate "Darwinismo y evolución".


Te esperamos a partir de las 19:00 horas.

¡Deja que tus neuronas vuelvan a patinar!

La obra de Darwin o lo que vulgarmente se conoce como "Darwinismo", refiriéndose a la teoría de la evolución de las especies, sigue siendo un terreno fértil a la polémica.

Por una parte, la proliferación de grupos fundamentalistas cristianos, que ven en la teoría darwinista una expresión de ateísmo, se oponen virulentamente a la enseñanza en sus escuelas de esta teoría, que consideran radicalmente contraria a sus propias creencias.

Por otra parte, desde el conocimiento científico actual, existen fundadas críticas que ponen en duda la validez de la teoría darwiniana.

Parece poder afirmarse que, independientemente de la validez científica de la teoría de la evolución, Darwin supone un hito histórico del pensamiento universal que produce un salto cualitativo semejante al provocado por otras grandes figuras del conocimiento como Galileo Galilei o Isaac Newton. Su teoría, basada en la observación de la naturaleza y en la experimentación empírica, práctica, de la realidad, contradice de manera radical la estructura cognitiva simbolico-mítica monopolizada hasta entonces por las castas sacerdotales.

Una nueva casta surge entonces: la casta científica, que no está libre de sospecha en cuanto a su manipulación de la verdad o al empleo de la verdad, o de los datos producto de la observación, en favor de sus propios intereses.



jueves, 12 de abril de 2012

La buena vida

Amigas y amigos del Café Filosófico,

    El próximo sábado 14 de abril a las 19 horas, coincidiendo con el aniversario de la proclamación de la II República española, conversaremos en La Azotea en torno al tema “La buena vida”.

    Partiendo de una concepción finita de la existencia, los seres humanos, y en especial los filósofos se han interrogado desde siempre acerca de las mejores condiciones de la propia vida. El tema confluye hacia otro  ya tratado en Café Filosófico, que es el de la felicidad, aunque plantea algunas especificidades con respecto al mismo.

    Para impulsar un primer abordaje al asunto que nos ocupará, y de paso salir un poco de las ideas recurrentes y comunes, consideremos las ideas que los pueblos originarios de América se hacen de la buena vida.



    
 Los términos utilizados en español para describir el suma qamaña (aymara) o sumak kawsay  (quechua) son vivir bien, utilizado en Bolivia, y buen vivir, utilizado en Ecuador. Pero es  necesario reflejar la traducción más fidedigna de los términos aymaras y quechuas.

Para la cosmovisión de los pueblos indígenas originarios, primero está la vida en relaciones de  armonía y equilibrio, por lo que “qamaña” se aplica a quien “sabe vivir”. Ahora bien, el término  de “suma qamaña” se traduce como “vivir bien”, pero no explica la magnitud del concepto. Es  mejor recurrir a la traducción de los términos originales en ambas lenguas.

Desde la cosmovisión aymara, “del jaya mara aru1” o “jaqi aru2”, “suma qamaña” se traduce de la siguiente forma:

Suma: plenitud, sublime, excelente, magnifico, hermoso.
Qamaña: vivir, convivir, estar siendo, ser estando.
Entonces, la traducción que más se aproxima de “suma qamaña” es “vida en plenitud”. Actualmente se traduce como “vivir bien”.

Por otro lado, la traducción del kichwa o quechua, (runa simi), es la siguiente:

Sumak: plenitud, sublime, excelente, magnífico, hermoso(a), superior.
Kawsay: vida, ser estando, estar siendo.
Vemos que la traducción es la misma que en aymara: “vida en plenitud”.

En aymara se dice “suma qamañatakija, sumanqañaw”, que significa “para vivir bien o vivir en plenitud, primero hay que estar bien”. Saber vivir implica estar en armonía con uno mismo; “estar bien” o “sumanqaña” y luego, saber relacionarse o convivir con todas las formas de existencia.