En esencia, la teoría darwinista
de la evolución viene a decir que los descendientes de un ser vivo
presentan ligeras diferencias morfológicas entre sí y que esas
diferencias inciden sobre sus posibilidades de sobrevivir en un
determinado entorno. Los ejemplares mejor adaptados, tendrán mayores
posibilidades de llegar a adultos y transmitir sus características
ventajosas a su prole. Por el contrario, los especímenes peor dotados,
tendrán más dificultades para reproducirse y sus características menos
eficientes desaparecerán con ellos y no se incorporaran al patrimonio
genético de la especie.
Afinando un poco más, podemos decir que, en términos muy simplificados, el darwinismo se sustenta en tres postulados:
- Todos los seres vivos proceden de un antepasado común.
- Los cambios de forma que han experimentado las distintas especies desde el antepasado común, se han producido mediante la acumulación de cambios graduales y minúsculos, de naturaleza aleatoria.
- La evolución se produce cuando la Selección natural actúa sobre los cambios aleatorios (2) y elimina las variedades menos eficientes antes de que tengan oportunidad de reproducirse y transmitir sus características negativas.
Al día de la fecha no se ha descubierto
nada que invalide estos postulados y no existe ninguna otra explicación
plausible y sí muchas predicciones y confirmaciones de estos postulados
en campos tales como la cría selectiva, la genética, o la programación
evolutiva en el campo informático.
Las repercusiones de esta teoría, firmemente afianzada en la ciencia actual, y hasta en la religión, han sido muchas.
La teoría darwinista nos viene a decir,
en síntesis, que todo aquello que existe en el ámbito de los seres
vivos, tiene una función y un propósito, porque de no ser así no se
habría formado a lo largo de un largo periodo evolutivo.
En
la economía de supervivencia de los seres vivos, todo aquello que no es
útil se vuelve un peso muerto que lastra las expectativas de
supervivencia del individuo.
Incluso
los comportamientos han de tener una razón de ser y la razón de ser,
tanto de los comportamientos como de todas las características
morfológicas de un individuo normal, hay que buscarlas, únicamente, en
su contribución al propósito general de sobrevivir y dejar descendencia.
Y nada más.
A partir de esa poderosa visión simplificadora, todo adquiere una nueva dimensión interpretativa, un nuevo origen y un nuevo destino.
El
amor ya no es una potencia del alma inmortal, sino un instinto animal
dirigido a la procreación y al mantenimiento de la pareja para hacer
frente a la crianza de los hijos.
El
odio deja de ser un ominoso pecado merecedor del castigo eterno, para
pasar a ser un sentimiento que nos protege del oportunismo depredador de
los demás.
La
fidelidad no es una virtud teologal de obligada observancia, sino una
estrategia para asegurarse el mutuo compromiso de sacar adelante la
dotación genética de ambos miembros de la pareja, almacenada en los
retoños.
Dios
ya no es el gran diseñador que explica y justifica nuestras
concepciones éticas sobre el bien y el mal, y tampoco nos recompensará o
castigará después de la muerte, dado que Darwin ha aportado una
explicación que lo hace tan innecesario como absurdamente redundante y
mimético con la teoría darwinista.
Dennet lo expresa muy bien diciendo que la teoría darwinista representa una especie de "ácido universal" que ha disuelto todas las teorías poéticas que la Humanidad había ideado para explicar el universo y la realidad. Pero debajo de las viejas estructuras carcomidas por el ácido universal, surge otra realidad infinitamente más sólida, bella y sorprendente, aunque menos ñoña y autocomplaciente, hecha a medida de mentes más maduras y abiertas a la auténtica realidad que habitamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario